viernes, 24 de junio de 2011

Producto 9

Breve Narración Ficticia De la Vida De Benito Juárez
          En un lugar de Oaxaca de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía un pastorcito de esos que gustan de pasear por el campo, jugar en el río y jugar con los animalitos del bosque. Este es el personaje principal de esta historia, ya que a pesar de ser de humilde cuna, por medio de esfuerzo, dedicación y estudio logró llegar a realizar cambios significativos en nuestra historia. Pero no vayamos tan aprisa puesto que el tiempo es tiempo y la vida es vida, la vida dura solo un tiempo y el tiempo toda la vida; así que, recapitulando, este sencillo personaje del cual os comencé narrando sufrió a muy temprana edad la pérdida de sus padres, por lo cual tuvo que ir a vivir con su tío (Bernardino Juárez), pero en una de tantas tardes como hay en este mundo, de esas que suelen venir acompañadas de una ligera brisa y un aire de lluvia, aconteció que una de las ovejas que tenía a su cuidado desapareció, tal vez su espíritu de aventura la apartó del resto o simplemente un lobo feroz selló su destino; sea por una o por otra razón, nunca supo su paradero. El joven pastorcito al notar la usencia de este miembro del rebaño y ante el temor de las represalias que esto traería consigo, prefirió ir a donde se encontraba su hermana a fin de escapar del seguro castigo que lo aguardaría en casa de su tío.

         Tal fue su resolución que ese mismo día marchó a pie hasta la ciudad de Oaxaca, llegando ese mismo día, pero en la noche, a la casa de don Antonio Maza en la cual trabajaba su hermana María Josefa quien servía de cocinera. En los primeros días se dedicó a trabajar en el cuidado de la granja ganando dos reales diarios para su subsistencia, mientras encontraba una casa en la cual servir. Para su suerte vivía entonces en la ciudad un hombre piadoso y muy honrado que ejercía el oficio de encuadernador y empastador de libros. Vestía el hábito de la Orden Tercera de San Francisco y, aunque muy dedicado a la devoción y a las prácticas religiosas, era bastante despreocupado y amigo de la educación de la juventud. Las obras de Feijoo y las epístolas de San Pablo eran los libros favoritos de su lectura. Este hombre se llamaba don Antonio Salanueva quien le recibió en su casa ofreciendo mandarle a la escuela para que aprendiese a leer y a escribir. De este modo quedó establecido en Oaxaca el 7 de enero de 1819.

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